Sus tonos terrosos y brillantes recuerdan la vitalidad del barro, el fuego y los minerales que le dieron origen. La pieza parece viva: un recipiente que no sólo contiene, sino que respira.

Aliento de la Tierra celebra la conexión entre el gesto humano y la materia ancestral. En su superficie vibran colores que dialogan con el magma y la raíz; en su forma, una resonancia animal que sugiere fuerza, instinto y espiritualidad. Es tanto vasija como criatura, tanto silencio como sonido.