En su superficie, la historia se vuelve animal; el mármol y la carne se confunden, recordando que lo humano y lo instintivo comparten el mismo pulso.

Instinto Clásico confronta la idea de perfección estética heredada de la antigüedad con la energía cruda del mundo natural. La pieza celebra la dualidad entre el orden y el caos, entre la razón que moldea y la vida que se resiste a ser contenida. Es un diálogo entre lo que aprendimos a venerar y lo que seguimos siendo.