Bajo esa superficie, apenas se asoma la piel, de un tono amarillento que parece emitir luz desde dentro. La figura se dobla, se encierra, pero también resiste: una coreografía entre el deseo y la asfixia.

Luz Bajo el Velo Oscuro reflexiona sobre la fragilidad del cuerpo humano frente a la materia que lo consume. Ese velo, símbolo de poder y encubrimiento, se transforma en una segunda piel: una prisión que al mismo tiempo protege y oculta. En esa tensión entre brillo y sombra, el hombre busca una salida —no hacia la pureza, sino hacia la aceptación de su propia transformación.