Su postura inocente y tierna contrasta con el símbolo de valentía que cubre su rostro. En esa contradicción nace la obra: la fragilidad disfrazada de fuerza, la infancia soñando con salvar un mundo que aún no comprende.

El Pequeño Guardián Lunar explora el deseo universal de protección y la pureza del imaginario infantil. La luna se convierte en cuna y escenario, reflejando la calma de un héroe que todavía no ha despertado del todo a su misión. En su silencio, el niño nos recuerda que la verdadera heroicidad puede comenzar desde la vulnerabilidad.