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El hombre ya no es un viajero del espacio, sino su guardián: un Atlas moderno que carga no con el mundo, sino con sus propios sueños. La luna, reducida y serena, representa el límite de lo conocido; el astronauta, expandido, simboliza la conciencia que se atreve a desafiarlo.
Entre ambos, un diálogo silencioso sobre la responsabilidad de existir y la fuerza que implica sostener lo infinito dentro de uno mismo.

