Una figura en contemplación, suspendida entre lo terrenal y lo cósmico. Su cuerpo de cerámica modelada a mano revela una quietud profunda, mientras el ojo cubierto de resina translúcida refleja la luz y simboliza la introspección: ver hacia adentro, no hacia fuera.

La superficie, de tonos minerales y textura uniforme, conserva las huellas del fuego, recordando el proceso alquímico de la cocción. Es una pieza que invita al silencio, al equilibrio entre materia y espíritu, donde la cerámica se convierte en meditación.