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La corona brilla sobre la piel tensa, recordando que la verdadera autoridad proviene del instinto y del equilibrio con la naturaleza.
Reino Instintivo celebra la majestuosidad animal como espejo del espíritu humano. En la nobleza del gorila se reconoce la pureza de la fuerza no corrompida, la que no necesita palabras para gobernar. La obra invita a repensar el concepto de realeza, devolviéndolo al origen: al pecho que respira, al latido que manda.
